martes, 1 de febrero de 2011

Colombia requete-hiper-super-chévere

En la frontera de Ecuador con Colombia nos fue como siempre, ni entraron a la camioneta a revisar nada. Aprovechamos lo que quedaba del día para visitar el santuario Las Lajas. Parece que está colgada de la montaña y la arquitectura realmente es bella.

Iglesia Las Lajas

La primera noche en Colombia y aún con todas las recomendaciones de cuidado con esto, aquello y lo de más allá, se nos hizo de noche y nosotros sin saber a donde dormir; casi una constante en el viaje. Pasamos la noche allí mismo en el estacionamiento de la iglesia ya que parecía tranquilo y había un puesto de policía cerca. Todo marchaba bien hasta que a las 4:15hs por los altoparlantes suenan unos villancicos con sonido de disco de pasta y el párroco con voz monocorde insta a la comunidad a ir a la misa de las 5 de la mañana. Yo que el cura probaría con otra estrategia de marketing.

Salimos con la idea de llegar a Pasto pero a los 25km sentimos un zumbido muy leve en el tablero. Nos detuvimos y al levantar el capot vemos aceite desparramado sobre todo el motor. La bomba de la dirección hidráulica había tirado la toalla finalmente. Por suerte era una ruta concesionada con servicio de grúa y carro-taller, la única vez que pagamos el peaje con gusto. Felipe, el mecánico, dictamino la muerte de la bomba y solicitó la ambulancia para Blanquita.

Steven el niño de los porqués

La grúa tenía un cartel bien visible que decía: carga máxima 2000kg. Blanquita pesa 2700kg. Según el conductor no pasaba nada y la forma en la que manejaba dejaba claro que este dato menor no le preocupaba. Nosotros desde la cabina rogábamos que la camioneta no salga volando en la próxima curva.

La ambulancia de Blanquita

Volvimos a Ipiales y estuvimos 3 días para hacer una reparación temporal y poder seguir hasta conseguir una nueva bomba. Salimos con ganas a la ruta pero solo hasta Pasto llegaron nuestras intenciones. Ahí nos avisan que la carretera a Cali estaba cortada porque se había derrumbado un tramo de la ruta. Este invierno en Colombia llovió como nunca y muchas rutas están rotas. Pueblos enteros inundados y miles de evacuados.

Ruta derrumbada

Algunos nos decían que tardarían dos días en reparar la ruta, otros seis y hasta diez. Hay otra ruta que va por el Putumayo pero no nos la recomendaron ya que estaba en muy mal estado y en esa zona todavía hay guerrilla. Con ese panorama no nos quedaba mucho por hacer más que esperar.

Dicen que por una de cal otra de arena. Lo bueno de habernos quedado en Pasto fue que conocimos a Carmen y Jorge los dueños del estacionamiento donde dormimos. Nos trataron como si fuéramos sus hijos. Los días fueron pasando y nos invitaron a pasar navidad con ellos. En un principio íbamos a ser sólo nosotros cuatro pero a último momento se fue sumando gente y llegamos a ser 15.

Navidad en Pasto

Acá festejan muy diferente a lo que nosotros acostumbramos. A las 12 se hace un brindis con champagne y una porción de budín, se agradece el poder estar todos reunidos, se reza la novena y cantan unos villancicos. Recién después se come. En esta oportunidad comimos frito pastuso, una comida típica de la región que la preparó Carmen magistralmente. Consiste en trozos de carne de cerdo fritos con maduro (una variedad de plátano), papas hervidas y crispetas (pochoclo). Todo esto se come con la mano. Para la ocasión descorchamos un tinto malbec salteño que habíamos traído de Argentina y lo mismo hizo Marisa (la consuegra de Carmen) que es chilena y trajo un vino de su tierra. Entre chanzas sobre cuál era el mejor nos tomamos los dos. Luego vino el postre y otro brindis. A eso de las 5 de la mañana hicimos unos mates, Marisa los extrañaba y lo probaron todos, las caras de espanto eran para filmar, no entendían como nos podía gustar algo tan feo.

Un par de días después partimos hacia Cali, después de compartir una semana con Carmen y Jorge se nos hizo difícil despedirnos. Lo que comúnmente se tarda 9hs nosotros lo hicimos en dos días. La primera noche la pasamos en El Bordo en un estacionamiento. La dueña, Diana, vivía ahí con sus dos pequeños hijos, Juan Sebastián y Sileyiné. Apenas terminamos de acomodar el auto nos invitó un tinto (café negro) a cada uno. Vimos que los tres se tenían que acomodar en un solo cuarto. Al otro día nos despertó con el desayuno para Agu y para mí. Sabíamos que la comida no le sobraba pero no le podíamos decir que no a un gesto tan lindo ya que lo había preparado especialmente para nosotros y hubiera sido un desprecio a su hospitalidad.

Al principio fue un poco chocante para nosotros ver tanto militar armado con metralletas dando vueltas por ahí, sobretodo en la ruta. A nosotros no solo nunca nos pararon sino que al ver la patente nos saludan con el pulgar en alto. En la segunda noche yendo para Cali paramos a dormir en un retén militar. Para que no piensen que éramos un carro bomba les avisamos quiénes éramos y que íbamos a dormir ahí. No tuvieron ningún problema, al contrario, creo que para ellos éramos una distracción porque se nos ponían a charlar sin ningún tipo de apuro.

Ruta a Cali

A Cali llegamos al mediodía y la idea era quedarnos un par de días para disfrutar La Feria de la ciudad, una fiesta que se celebra del 25 al 30 de diciembre donde llega gente de toda Colombia y hay desfiles de todo tipo, eventos culturales y recitales.

Antes de llegar a Cali todos nos recomendaron mucho cuidado porque se la considera una ciudad peligrosa así que para dormir elegimos una estación de policía en un barrio tranquilo junto a un parque. Los chicos jugando en la calle y los vecinos tomando la fresca nos animaron a sacar la mesita al parque para tomarnos unos mates. Estaba tan agradable la noche que para la cena repetimos la operación, eran las once de la noche y nosotros cenando en el parque como si fuera nuestro jardín.

Como Pancho por su casa

A la mañana siguiente durante el desayuno ya los vecinos nos saludaban: “buen día”, “buen provecho” y algunos se nos ponían a charlar, en eso estábamos cuando se nos presentó Oscar, a los 5 minutos ya nos sentíamos como amigos de siempre y cuando nos invitó a su casa para que podamos estacionar tranquilos ni lo dudamos. Dejamos a Blanquita y nos fuimos a ver el desfile de autos antiguos y por la noche a las Canchas Panamericanas a bailar salsa, la entrada era un alimento no perecedero para los damnificados por las inundaciones. Algo que nos llamó la atención es que en la entrada decía que no se podía ingresar en estado de ebriedad o con bebidas alcohólicas y adentro no paraban de vender cerveza y petacas de aguardiente y el animador no dejaba de incitar a tomar el aguardiente que auspiciaba el evento. Contra todo pronóstico estaban todos alegres, bailando y nadie molestaba a nadie y no dejaron de invitarnos tragos de aguardiente, no se puede creer el aguante que tiene esta gente al alcohol.

En esta salimos todos

Bailamos hasta las 2 de la mañana y lo mismo hicimos el otro día pero hasta las tres, el dolor de pies no nos dejó más. Al día siguiente era 31 de diciembre y la familia de Oscar nos invitó a pasar año nuevo con ellos. La costumbre acá es esperar hasta las 12 para hacer un brindis y recién se cena. Algunas personas tienen como cábala correr tres vueltas a la manzana con una valija para que el año que comienza les traiga viajes. Es muy gracioso ver a la gente corriendo como loca por la calle cargando una maleta.

Corriendo como loco a las 12am del 1 de enero

Año nuevo en Cali

Después de cenar nos fuimos a la casa de la prima de Patricia a bailar salsa. Habían arrancado con el baile y el aguardiente a las 5 de la tarde y la cosa iba a seguir hasta las 12 del mediodía siguiente. No por nada a Cali le dicen la capital mundial de la salsa.

Empezamos el 2011 con toda la rumba

Pasamos un fin de año muy lindo y divertido. El primero de Enero nos levantamos tarde, tres días seguidos de rumba no es para cualquiera. Por la noche salimos todos a pasear por Cali, fuimos al monumento de Belalcázar, a la zona de San Antonio y al alumbrado. Lástima que en Argentina no exista la costumbre de alumbrar así las plazas porque la ciudad queda muy linda y no son solo un par de lucecitas, se lo toman en serio.

Alumbrado de Cali

El domingo hicimos un picnic en las afueras de la ciudad que terminó en un picadito nocturno con las chicas como campeonas indiscutibles.

Picnic nocturno

Vuelta olímpica

A la mañana siguiente Oscar nos tenía preparada una lista con mecánicos que nos podían conseguir una bomba hidráulica nueva para Blanquita y ya había llamado a varios. Los tres nos recorrimos los 100 barrios caleños y finalmente uno de ellos nos mostró una bomba usada que a simple vista parecía igualita a la que teníamos que reemplazar. Le dimos para adelante pero una vez instalada nos dimos cuenta que la similitud era solamente estética: la nuestra giraba en sentido anti-horario y la nueva en sentido horario. Combinamos las piezas de las dos bombas y salió un engendro Argento-Colombiano-Chino-Alemán que tampoco funcionó. Ya era de noche, el taller tenía que cerrar y la camioneta no andaba así que nos cerraron el portón y dormimos dentro del taller en Blanquita. Arriba del taller vivía Mireya con quien nos pusimos a charlar. Nos ofreció su baño y nos regaló una taza con forma de Papá Noel para que hiciera juego con la decoración navideña de la camioneta. Al final decidimos dejar la bomba que estaba y rogar que dure hasta Venezuela donde ya tenemos como conseguirla nueva.

Durmiendo dentro del taller

Estábamos buscando la solución a nuestros problemas mecánicos en el lugar incorrecto. Este elixir divino que pusimos al radiador fue el que hace que la bomba nos acompañe hasta estos días.

La solución a todos los problemas de Blanquita

Los días fueron pasando y Patricia se ocupó de hacernos recuperar, con agiaco, empanadas, jugos naturales y demás delicias esos kilitos que fuimos perdiendo en el camino. Hubo intercambio de recetas, nosotros aportamos pizza a la parrilla y hamburguesas caseras también a la parrilla.

Hamburguesas caseras

También hubo intercambio de juegos de mesa. Nos enseñaron el Parqués, un juego colombiano en el que después de dos horas uno puede estar en la misma posición de dónde arrancó y la única manera de ganar es haciendo trampa. Nosotros nos desquitamos enseñándoles el “chancho va”. Los vecinos habrán pensado que enloquecimos gritando “chancho va” a las dos de la mañana.

Patricia ajusticiando a los tramposos

El juego se fue de las manos

El momento de la partida era inminente pero de ambos lados nos hacíamos los desentendidos y aunque lo dilatamos ese día llegó. Nos fuimos tristes pero a la vez muy felices de haber conocido a una familia maravillosa. Gracias Oscar, Patti, Enzo, Osquitar, Vale, Don James y Graciela.

Despedida


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